Sabía que había hecho
mal ¿Cómo era posible hacer tanto daño a la persona que se ama? Ver aquellos
tiernos ojos bañados en lágrimas hizo que algo en su interior doliera y no pudo
hacer nada, solo se quedó ahí sin poder detenerlo cuando lo vio salir de
aquella forma tan desesperada. Ahora se sentía el ser más estúpido del mundo
por perderlo de esa manera, él le había dado todo, ¿Por qué tuvo la brillante
idea de engañarle? Ni el mismo podía llegar a entenderse.
Los días pasaron lentos
después de ese suceso, la tristeza se reflejaba en sus ojos cada vez que lo
veía o se quedaban solos tras los ensayos. Sabía que tenían que hablar, que las
cosas no podían seguir de aquella forma,
pero aún era muy pronto para el menor, así que impotente, solo podía
observar cómo su amado se iba alejando de él, dándose cuenta de que su mera
presencia le era insoportable. Cuando lo pensaba no podía contener las
lágrimas, y las ahogaba en alcohol al llegar a casa para no recordar su error.
Esa se volvió su rutina
a partir de aquel momento, causándole problemas con la banda por llegar siempre
tarde, aunque él tampoco fuera el único. Él también lo hacía, aunque sin tener
aquel aspecto tan reprobable, era como si al llegar ahí se guardará todo
haciendo como si nada hubiera pasado. Pero en el fondo de sus ojos se notaba la
tristeza reflejada, la situación se estaba yendo de las manos y necesitaba de
verdad hablar con el menor, sino para arreglar las cosas, por lo menos para
aclararlas puesto que sino, sería la banda la que sufriría y no se lo podía
permitir. La banda lo era todo, no solo para él sino también para los demás, lo
entendía perfectamente, era su fuente de felicidad.
Aquel día era el
adecuado, decidió. Llego temprano al estudio, sentándose al piano. Era lo único
interesante del lugar. Sonrió con tristeza recordando las veces que su antigua
pareja se había sentado a su lado a escucharle, de vez en cuando apoyando la cabeza
en su hombro disfrutando de su música, pero ahora estaba ahí solo, con nudo en
la garganta. Suspiró y con frustración bajo sus manos golpeando las teclas,
provocando un fuerte y desagradable sonido. Nunca iba a olvidar a su pequeño
aunque ya no estuvieran juntos. Cómo
podría ser tan idiota se preguntó apesadumbrado, luego se volteó con los brazos
cruzados notando la presencia que había entrado tan solos unos segundos atrás a
la sala de ensayo.
Teru…
La figura más baja y
pequeña se encontraba apoyada en la puerta, mirándolo de forma compungida.
Quiso decir su nombre cuando entreabrió los labios pero al final nada salió de ellos, el hombre seguro
de sí mismo que había sido, desapareció con el joven guitarrista aquella noche en
que le rompió el corazón, ahora solo quedaba un hombre atormentado que
extrañaba a su antiguo amante y que ya nada podía hacer para recuperarlo. ¿O
sí?
Negó, no podía
engañarse de esa forma.
Se levantó de la
silla titubeante, caminando hasta el de
cabellos de plata y al llegar a su altura estiro la mano acariciando la suave
mejilla, como si quisiera comprobar que fuera real, no necesitó más respuesta
que el estremecimiento en el cuerpo ajeno ante su toque mientras la mirada se
volvía triste y su voz se hacía presente de manera dolorosa.
– ¿Por qué?- preguntó el
guitarrista – ¿Por qué Kamijo-san?- repitió bajando la mirada, esperando
respuesta por parte del mayor. El vocalista de Versailles sabía que la pregunta
llegaría y aunque lo pensó, decidiendo incluso dar el paso para conversar con el
menor, en el momento de la verdad, no sabía que decir.
Tragó en seco alejando
su mano, sintiendo como una lágrima se deslizaba de sus ojos, le había hecho
mucho daño. Aunque al final, el que resulto más herido fue él mismo. Porque todos
los días que no estaba a su lado se estaba matando al querer olvidarle, ahora se
daba cuenta que de los dos el más débil siempre fue él. Ya no podía aparentar
más, ya no era tan fácil como antes. Lo estrechó entre sus brazos en silencio,
tomándose su tiempo para responder, para sacarlo de toda duda.
– ¿Por qué lo hice? Por idiota Teru, no puedo cambiar quien soy.
Siempre apoyándome en mi ego, queriendo demostrar que soy el ser más perfecto
del mundo…aunque no sea así- susurró envuelto en el dolor, acordándose de la mirada
del guitarrita el día cuando le pilló con en su cama con una mujer.
Lo abrazo con más
fuerza sabiendo que esa no era la respuesta que buscaba el otro, pero no queriendo
que se alejara. No podía mentirse más, deseaba que se quedara así con él.
Los días sin Teru se
habían vuelto tan tristes, grises y sin razón, su corazón dolía tanto como la
vez que perdió a su primer amor, en aquella ocasión no había podido hacer nada,
pero ahora no iba a rendirse hasta dar lo último de sí.
–Sé que tal vez no es lo
que querías oír… pero todo fue tan raro, estaba bebido y… no lo sé Teru, ¡ te juro
que no sé porque te engañe!- no podía encontrar las palabras explicar sus actos
–Lo único que sé es que no deseo que te vayas, quédate conmigo aunque no sea
como pareja… Eres la estrella que ilumina el oscuro y retorcido mundo que solo
yo me creé. Por favor, quédate a mi lado.
Nada salía de esos
labios que tanto amaba, lo estaba perdiendo y lo estaba haciendo de la manera más
cruel. Lo separo para verlo directo a los ojos y por fin lloró, esa mirada lo
decía todo. Había acabado, no lo perdonaba y no sabía por qué, quería que
alguien se lo explicara pero no recibió respuesta alguna, solo un sollozo
ahogado proveniente del joven enfrente suyo, como disculpándose por no poder aceptar
esa propuesta proveniente de él.
Qué triste era la
sensación que embargaba en su pecho. No podía ni secar sus lágrimas, porque ya
no lo sentía parte de si, ahora había una gran distancia que los separaba creada
por su mutuo sufrimiento.
–Te amo…- el susurro
fue seguido de pasos que resonaron en la habitación hasta que la puerta fue
cerrada con fuerza, y mientras él tan solo pudo llorar con más fuerza.
Alzó un poco sus manos
temblorosas, observándolas con el llanto aun brillando en sus ojos, las manos que
lo apartaron de él, las mismas que ante tal estupidez lo soltaron, pero ya nada
podía hacer. Solo le quedaban los sueños que tuvo a su lado y que nadie, ni
siquiera Teru le podrían arrebatar.
No importa donde estés
Aunque esta bella historia de amor
termine
Siempre recordaré lo que fuimos los
dos…
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